Sucedió en abril pero era una novedad que parecía temporal y el confinamiento se soportó con más trabajo de todos. Pero ahora ha pillado cansados al mundo de la Residencia de Personas Mayores, internos y trabajadores, y está hiriendo de gravedad todas las sensaciones.
A los de la Planta Calle que serían los de mejor estado físico les dejan salir a los jardines, pero al resto de plantas no, y se tienen que quedar en sus habitaciones o a lo sumo en los espacios comunes si no tienen síntomas. No hay visitas y a lo sumo llamadas telefónicas. Los familiares cuando reciben en algunos casos permiso de visita, solo puede ser una persona y siempre la misma.
La depresión, la angustia y ansiedad se ha adueñado de los internos y se ha contagiado a los trabajadores. No hay solución, lo creen así los que ya han dejado de dominar el mundo que nos construyeron y esperan la muerte en soledad y tristeza. Son los heridos de la guerra que no salen en los papeles. No es covid, es depresión.
¿Rediseñaremos todo el mundo residencial de ancianos para que estos asuntos no vuelvan a suceder con tanta virulencia?
¿Dejaremos de mirar hacia otro lado cuando sabiendo todos que las Residencias de Personas Mayores son simplemente un gran negocio de grandes empresas, no somos capaces de controlar su calidad asistencial?
¿Somos conscientes de que nuestros padres y abuelos, aunque tengan 80 años son personas, y además de construir lo que ahora tenemos, se merecen simplemente tener los mismos derechos que cualquier otra persona?