La política es insustituible y de eso ya entendían muchos los griegos viejos.
Pero siendo muy necesaria, tal vez la política haya que resetearla, o al menos reflexionar sobre sus formas pues los años mueven sociedad, necesidades y suplicios. Y lo que podía servir para 1850 es posible que ya no sea igual para el 2050.
Una de las preguntas sin respuesta en positivo es: ¿Quien debe ser político?
Siempre se ha dicho que los mejor formados, los conocedores de la sociedad, los benevolentes, los justos, los que tienen sentido común. Parecen obviedades pero sirven.
Pero siendo muy necesaria, tal vez la política haya que resetearla, o al menos reflexionar sobre sus formas pues los años mueven sociedad, necesidades y suplicios. Y lo que podía servir para 1850 es posible que ya no sea igual para el 2050.
Una de las preguntas sin respuesta en positivo es: ¿Quien debe ser político?
Siempre se ha dicho que los mejor formados, los conocedores de la sociedad, los benevolentes, los justos, los que tienen sentido común. Parecen obviedades pero sirven.
Y al igual sirve decir que los que NO deben dedicarse a la política son los jetas, los poco conocedores de la sociedad que viven, los trepadores, los mentirosos y los que buscan medrar de forma rápida. O incluso lenta.
Pero no queremos entrar en algunas cosas imprescindibles de reflexionar. ¿Mejor jóvenes o adultos mayores? ¿Mujeres al 55% o según valía? ¿Funcionarios, trabajadores de todo tipo o jubilados? ¿Pobres o ricos? ¿Que hayan alcanzado ya la excelencia en sus profesiones anteriores o que sepan dónde se esconden los cajones de la administración?
La verdad es que en estos tiempos lo complicado es encontrar a personas que quieran ser políticos y además sean de los mejores de su propia sociedad. Lo habitual es que muchos de ellos huyan de antemano.
La otra pregunta que debemos hacernos es más compleja: ¿Para qué, hasta dónde debe actuar la política en el siglo XXI?
Podemos dejar actuar a los mercados, que sin duda ya no son edificios con puestos de compra venta sino espacios raros y cerrados a la mayoría de nosotros. Los mercados NO VOTAN ni se dejan votar.
Podemos al contrario atar en corto a los mercados, que son los que en realidad tienen el poder, pero entonces como sin duda son los poderosos, juegan a joder.
Y podemos hacer esa clásica Tercera Vía de ser amigos de los poderosos y con amabilidad marcarles los espacios donde ellos pueden ser libres y los espacios donde deben tragar sapitos pequeños.
¿Pero no es todo esto vieja política? ¿No hablábamos de intentar pensar sobre reformular la política, buscar nuevos paradigmas, nuevos marcos mentales de trabajo social? Pues sí, pero eso lleva mucho trabajo y hoy no tengo el día.
Pero no queremos entrar en algunas cosas imprescindibles de reflexionar. ¿Mejor jóvenes o adultos mayores? ¿Mujeres al 55% o según valía? ¿Funcionarios, trabajadores de todo tipo o jubilados? ¿Pobres o ricos? ¿Que hayan alcanzado ya la excelencia en sus profesiones anteriores o que sepan dónde se esconden los cajones de la administración?
La verdad es que en estos tiempos lo complicado es encontrar a personas que quieran ser políticos y además sean de los mejores de su propia sociedad. Lo habitual es que muchos de ellos huyan de antemano.
La otra pregunta que debemos hacernos es más compleja: ¿Para qué, hasta dónde debe actuar la política en el siglo XXI?
Podemos dejar actuar a los mercados, que sin duda ya no son edificios con puestos de compra venta sino espacios raros y cerrados a la mayoría de nosotros. Los mercados NO VOTAN ni se dejan votar.
Podemos al contrario atar en corto a los mercados, que son los que en realidad tienen el poder, pero entonces como sin duda son los poderosos, juegan a joder.
Y podemos hacer esa clásica Tercera Vía de ser amigos de los poderosos y con amabilidad marcarles los espacios donde ellos pueden ser libres y los espacios donde deben tragar sapitos pequeños.
¿Pero no es todo esto vieja política? ¿No hablábamos de intentar pensar sobre reformular la política, buscar nuevos paradigmas, nuevos marcos mentales de trabajo social? Pues sí, pero eso lleva mucho trabajo y hoy no tengo el día.
¿Tal vez menos escalones y más suaves para subir y bajar sin tanto esfuerzo? ¿Y si se empezara a pensar que cuatro años de mandato es un error y que podría ser mejor hablar de una década con mociones de confianza cada dos años? ¿Y si los Parlamentos cambiaran cada año un 15% ó 20% de sus miembros, y nunca el 100% de todos ellos? ¿Y si la circunscripción no fuera la provincia sino la Comunidad?
Hay lo dejo, para hacer boca.