Hace menos de un mes publicaba esta entrada sobre las primeras noticias del coronavirus chino, cuando todavía no se le había puesto nombre y con 17 fallecidos y 571 personas contagiadas ya se intuía que aquello iba a ir a más. Hoy con 2.004 personas fallecidas en China y unos 75.000 infectados, sabemos que el problema es mucho más grave, aunque de momento lo tengamos casi encerrado en una zona muy determinada de China.
Siguen la dudas de la forma de contagio, del inicio de la enfermedad, de su virulencia desaforada en algunas familias y escasa entre otras personas. Pero sí podemos afirmar que con todas sus carencias democráticas, el hecho de que se haya producido la enfermedad en China ha facilitado mucho su encriptación al menos de momento, pues de haberse iniciado en países con muchos menos recursos sanitarios o de control de fronteras, el problemas sería ahora brutal.
Es verdad que la saturación de personas en un país como China facilita el contagio, que en territorios rurales de África por poner un ejemplo sería un proceso totalmente diferente en todos los aspectos. Pero sin saber los motivos del brote, estamos siempre a expensas de que se puede volver a repetir otro diferente en otra parte del mundo.
Lo peor es el miedo, lo básico es hacer caso a las autoridades aunque no siempre nos digan toda la verdad, y admitir que nuestras formas de vida o de consumo alientan que estos problemas encuentren caldo de cultivo aunque debemos también admitir que en la Edad Media ya se producían plagas de enfermedades terribles.