El humor sin el sarcasmo no es casi nada, se afianza en las dobles intenciones, en los equívocos, en las sonrisas a media, incluso en la tragicomedia. Los pobres son de los que más sufrieron ese sarcasmo en los años 50 y 60, pues éramos casi todos nosotros pobres y les debíamos producir sonrisas a los ricos que eran los que podían comprar las revistas.
Esta viñeta de 1956 es de Serafín para La Codorniz, y sin duda yo y mi familia no podíamos comprar periódicos ni revistas de humor, pues había que comprar petróleo para la estufa o chicharros para la cena. Así que no nos pudimos enterar en su momento de estos humores, pero nunca es tarde.