Decía José Antonio Labordeta que la segunda capital de Aragón era Barcelona, la tercera Valencia y la cuarta cree que podría ser Frankfurt. Ciudades que han acogido a los aragoneses migrantes hacia su futuro pero fuera de Aragón. Con casi 100.000 aragoneses viviendo en Cataluña es el ejemplo más sencillo de que además de perder aragoneses, perdemos nuestro futuro, pues en esa cantidad antes comentada ya no se cuenta a los hijos y nietos o bisnietos de los aragoneses que hace un siglo se fueron escapando de la pobreza aragonesa. Esos ya no son ni se sientes aragoneses como a mi me cuesta mucho ser soriano.
Hoy las mujeres aragonesas tiene de media 1,3 hijos y los hombres como bien sabemos ninguno, cero. Tener una capacidad de recambio de 1,32 cada 2 personas es poquísimo (en el año 1975 estábamos en un índice de 2,38), pero es lo que hay hasta que seamos capaces de cambiar todos el concepto de futuro social. Sabemos que cada año a este ritmo de nacimientos y por lógica fallecimientos, vamos a tener (sin emigraciones positivas o negativas) una pérdida anual de unos 1.000 aragoneses.
No se trata de incentivar que los aragoneses tengan más hijos, sino que tengan los que ellos quieran tener con independencia de sus realidades económicas y sociales. Siendo todo este asunto un tema que no es preocupante a corto plazo sí lo será a medio cuando la baja de natalidad se una a una pirámide poblacional muy elevada, una pérdida de población generacional de jóvenes y por ello de oportunidades activas en una territorio como todo Aragón que necesita personas, habitantes, y donde también Zaragoza pierde vecinos.