Y las caídas que para alguien joven son una tontada, para las personas mayores son una putada.
Alguien joven cuando se cae suele levantarse y soplarse algo el polvo recogido del suelo. Cuando ya somos mayores el golpe suele ir acompañado de un fuerte y asqueroso ruido, luego vienen los dolores, antes la sensación de que levantarse no ha sido sencillo y a veces un cierto miedo.
Las caídas en las personas mayores recién estrenadas no son importantes pero cuando ya llevas unos años de “mayor” suelen ser arriesgadas y en muchos casos incluso peligrosas.
Así que hay que evitarlas a costa de saber andar con calma y seguridad, de llevar calzado cómodo y que sujete, y de utilizar bastón si así lo manda la lógica. Los bastones pueden ser de madera o de piel humana. Yo recomiendo estos últimos.
Las personas mayores tras caernos la primera vez tenemos la sensación de que ya nunca más lograremos evitar el caernos. Y eso nos convierte en más miedicas, en timoratas, y siendo cierto que es complicado evitar caerse, hay que hablarlo con el médico de familia para recoger consejos y tal vez hacer algo más de ejercicio de equilibrio.
Podemos caernos por un leve mareo, por falta de equilibrio, por algún fallo en la visión y no detectar fallos en el suelo, por resbalones que antes no eran peligrosos, por falta de fuerza muscular en los tobillos o los pies, o algún pequeño problema cardíaco, por no prestar la debida atención y ser más lentos de reflejos.
Y donde más nos caemos es en situaciones nuevas, ciudades o calles no muy visitadas por nosotros, zonas con agua o humedad, suelos irregulares, bajadas de aceras o parterres de árboles en malas condiciones, alfombras dobladas, mala iluminación, objetos por el suelo sobre todo cables o cuerdas. También al subir o bajas escaleras, al levantarse o acostarse en la cama por no ver bien el inicio de la cama, por tener prisa ante algo, y en los últimos tiempos por atender al teléfono móvil en casa o en la calle.