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El mundo está (hoy) atravesado por dos problemas globales, la pérdida de la normatividad, del respeto a las normas y la desigualdad.
Hay que impulsar algunas reformas no estructurales, simples y que, sin embargo, inciden en la vida de los ciudadanos. La “revolución” de las pequeñas cosas.
Cuando se analiza concretamente un problema (uno) puede discutirlo con mucho más éxito con gente de diversas posiciones, diferencias técnicas, ideológicas, etc.
Hay desafíos que importan a todos (los ciudadanos) que son muy concretos y que se pueden traducir en propuestas.
La preocupación de los jóvenes hoy es por los cambios que se están produciendo en el trabajo en el sentido amplio por la revolución tecnológica, inteligencia artificial, robotización. Su actitud es de preocupación por el cambio climático. Cualquier político inteligente tendría hoy las mismas preocupaciones. ¿Cuál es el problema que existe para que esas preocupaciones de los chicos no conecten con la representación de los políticos?
La fractura social que supone una redistribución muy negativa del ingreso es una fractura social que ha tensado la sociedad norteamericana, americana o europea. A veces hay demagogos que dicen que lo van a resolver, pero siempre son respuestas simples.
El poder adquisitivo del salario medio en Estados Unidos no varía desde hace 35 años. Y en algunos casos se ha desarticulado mucho el trabajo, tanto que hay una concentración enorme del excedente en las capas más altas.
Por encima de la Constitución como Ley máxima no hay nadie. Si no, no hay Estado de derecho. La democracia respeta a la Constitución también para cambiarla.
El otro elemento que genera ese desconcierto en toda la sociedad es la desigualdad en la redistribución del ingreso. La gente está harta. Esa desigualdad está por encima de los sistemas, iba a decir de los modelos, se da en la misma proporción en China, en EE UU que en Dinamarca. Atención porque es un problema de sostenibilidad del modelo.
No sé si recuerdan la inmensa oleada que produjo la llamada Primavera Árabe cuando todo el mundo estaba con el gran entusiasmo sin el mínimo análisis serio, porque empezó como una revuelta del pan. En esta actual crisis de América Latina, a pesar de todo hay algunos elementos que son preocupantes. ¿Cuánta responsabilidad hay en los representantes políticos para que después de tantos años de gozar de democracias imperfectas, pero democracias al fin, estén (otra vez) de vuelta los militares?