Si en el gráfico superior observamos la caída que desde 2017 se observa con los datos estadísticos de Comercio, Hostelería, Transporte, Industria y Construcción, se puede comprobar que la caída es superior a la que se produjo en el año 2014 teniendo en cuenta que en España la crisis nos llegó tarde y muy mal. Ya teníamos un desempleo superior a la media de Europa y eso nos castigó mucho más.
El PIB en España —que es un componente y dato claro de la salud de la economía en todos los países, y que se estima que todo lo que sea menor a un 2% es un claro síntoma de recesión económica, que logró asentarse entre el 3 y el 4% en los años 2015 a 2017—, ya se estima inferior al 2% para este final de 2019 y sobre un 1,7% para el 2020 y un 1,6% para el 2011.
Estas cifras son tremendas y contundentes, pues todo lo que sea por debajo del 2% supone pérdida de empleo en el país, y todo lo que no sea crecer más de un 3% una dificultad grande para crear nuevos puestos de trabajo.
Gobierne quien gobierne esto es inevitable, más cuando los modelos de estímulo económico lanzados desde Europa no han funcionado en España lo suficiente y no existe de entrada un gran margen de maniobra para crear nuevos.
Y es inevitable porque dependemos de mercados exteriores y decisiones que no se toman en España y sobre todo porque nosotros dependemos de un sistema laboral y económico viejo, obsoleto, nada adaptado a las nuevas realidades industriales, y con un punto de inicio de la crisis con un desempleo brutal que además castiga de forma tremenda a una generación de jóvenes muy preparados en la teoría y nada en la práctica laboral pues han tenido que ir cambiando de empleo como quien cambia de camisa y muchas veces fuera de los sectores para los que se ha ido preparando en su juventud formativa.
Julio Puente Mateo - Ajovín - 11 2019