De entrada la reflexión tiene que ser plural, múltiple, pausada, sobre mesa de verdad y no de bar y con papeles sobre la mesa.
La reflexión debe estar dirigida, no sale de la nada como si fuera un aire, sino que se tiene que dirigir para saber hacia dónde se quiere ir, hasta donde se quiere avanzar en exploraciones de ideas.
De la reflexión tienen que salir reflexiones en plural y nunca mejor explicado. Reflexiones pluralmente distintas incluso contrarias entre ellas, para luego pulirlas, corregirlas, sumarlas y/o restarlas, lanzarlas al ataque de otras personas para que sigan creciendo o menguando esas reflexiones.
Y por fin de la reflexión tiene que surgir un documento en papel, múltiple y a veces complejo, casi utópico, pero que abre ventanas. No se trata de lograr “todo” sino de abrir para que entre aire e ideas.
Una reflexión es la suma de muchas reflexiones, de un proceso que lleva a poner todo en solfa, que introduce el dedo en el ojo del problema y que a veces escuece. No se trata de avanzar hacia la ceguera, sino al contrario, de intentar ver mejor.
Y en ella siempre, salen decisiones inevitables que a veces son duras y dolorosas. No se trata de acertar —que si se acierta es que esto ha funcionado— sino de salir de la parálisis.
Siempre tras un periodo de reflexión nada es ya igual, aunque parezca que no se han tomado decisiones.
Una reflexión es para repartir, para sembrar, para dar a conocer. Una reflexión dejada en un cajón no es una reflexión sino un acto fallido de prepotencia.
La decisión de ponerse en modo "reflexión" tiene que partir de lo más elevados poderes del objeto a reflexionar. No sirve de nada, o incluso es contraproducente poner la reflexión por delante de la decisión de reflexionar y construirla sin todos los poderes encima del acto de reflexionar.
Las reflexiones fracasan y no sirven para nada cuando se hacen comunalmente. Cada persona que reflexiona tiene que sentirse partícipe de esa reflexión y hacerla libre, limpia, sin trabas, con toda la libertad posible. No es posible reflexionar en grupos mayores al de cuatro a seis personas.
Todos tienen que reflexionar, pero no hay que hacerlo todos a la vez. El éxito está en la participación y en saber trocear esa participación para que sea totalmente múltiple pero sin que se mezclen en una masa circular todos a los que en el fondo queremos engañar con que son partícipes, cuando participar es entregarse, cotejar, criticar, sumar, añadir, entregar substancia.
En cualquier proceso de reflexión el papel del Cocinero es fundamental.