Cuando en el año 1936 los militares se levantaron, incluido el mismo general que presuntamente no había dicho toda la verdad en el juicio de Casas Viejas, tras unos años de alimentar un caldo de cultivo propicio a demostrar que unos eran incapaces de resolver y otros muy capaces de resolver pero utilizando la violencia indiscriminada.
Ahora en 2019 estamos en una posición similar con todos los respetos. Una parte de España odia a los catalanes sin añadirles razones de ningún tipo y el crecimiento de la derecha extrema es ya una constante que irá en aumento si no se resuelve de una determinada manera los problemas ficticios de España. Y digo ficticios sabiendo bien lo que digo.
Las fronteras siempre son ficticias. Alimentar los problemas por ser de diferente opinión siempre es un error. Lo que hay que hacer es resolver los problemas, no aumentarlos hasta que haya que resolverlos por la fuerza. Pero como no nos gusta leer libros queremos utilizar siempre los bemoles y la mirada con bilis. Por eso la figura del “Relator” o equipo de mediadores de fuera de Cataluña y España es tan importante.
No es que gente “de fuera” nos tengan que decir lo que tenemos que hacer con nuestros problemas (que tal vez, si no somos capaces de resolver, tampoco es mala idea) sino que nos ayuden a verlos, entenderlos, a comprenderlo y resolverlos con la ayuda de gente que solo utilice la cabeza y no el estómago.
Las decisiones las tenemos que seguir tomando nosotros, desde España. Pero al menos con la responsabilidad de que si no queremos la paz, es simplemente porque queremos la guerra. No hay términos medios.