España es un país del Primer Mundo donde la Sanidad pública funciona muy bien aunque como todo en esta vida se puede mejorar.
Hay un sistema perfecto para mejorarla, y es pagar impuestos con arreglo a lo que se produce, lo que se gana, lo que se obtiene de beneficios. Pero está de moda decir que debemos pagar MENOS impuestos, como un mantra absurdo y tonto.
La otra opción es dar limosnas, dádivas, a las que tan acostumbrados están los religiosos, sean católicos o musulmanes. Diezmos o similares, que simplemente son sistemas de impuestos de la Edad Media. Pero sin ningún control
Lo que debe hacer Zara y cualquier empresa del mundo mundial es pagar los impuestos que corresponden, tras pagar los sueldos justos y dignos que (también) corresponden, y a ser posible en su propio país. En el caso de España con mucho desempleo, crear trabajo en el propio país es casi un deber.
Y esos impuestos que se convierten en dinero público pasan unos controles exquisitos para que no se despilfarran. Prohibido aquí reírse, pues aunque es cierto que hay ladrones dentro del Sistema, no os podéis imaginar la falta de controles que hay en las empresas privadas son el dinero de los beneficios. Y lo digo yo, que he sido empresario.
Regalar 200 millones para aparatos médicos está bien, pero nadie controla si van a Granada, a Soria o a Alcañiz. (Casi) Nadie si es allí donde más se necesitan, si encajan en lo necesario con arreglo a los profesionales médicos que los van a poder hacer funcionar, etc. Y no doy pistas de algunos ejemplos tristes y sangrantes.
España como país europeo del Primer Mundo no puede consentir que el sistema para mejorar la Sanidad Pública sea recibir regalos carísimos de un empresario. Este sistema funciona bien en otros países más dados a estas prácticas, pero en España suena a otros conceptos muy viejos y habría que replantearse estas prácticas, dedicándose más hacia la Cultura o la Educación Innovadora, donde encajan mejor.
Incluso en las famosas Becas de la Fundación Amancio Ortega a la Formación de Primero de Bachiller de jóvenes españoles en países como Canadá o EEUU existe toda una suerte de opiniones no siempre del todo positivas, que también se podrían analizar.
¿Quiere esto decir que debemos aborrecer lo que entrega Amancio Ortega a España? No. Nooooo. Pero si que debemos ponerlo en el análisis sereno de la reflexión, y recapacitar entre todas las partes hacia dónde debe ir España y sus sistemas de filantropía que por cierto él mismo no quiere nunca ni someterlas a un análisis o un diálogo público, como así dice en las normas de su propia Fundación.