Los niños que entran en él no saben nada del ambiente. Entran a jugar y a aprender. Música, deporte, matemáticas o sociales. A un niño le cuesta mucho entender en qué se diferencia un niño de otro niño. De comprender que igual en la calle se respira “raro”.
Luego los adultos se lo vamos enseñando para afianzar nuestras diferencias. Queremos marcar nuestro propio territorio marcando las diferencias. Habría que obligar a todos los jóvenes del mundo a que pasaran un año completo en otro país totalmente diferente al suyo. Como un Servicio Social fuera de sus fronteras. Un africano llevarlo a Canadá, un español a Zaire, un americano del norte a Guatemala, un argentino a Suecia.
Así verían antes de hacerse adultos y empezar a tener que trabajar por su propia sociedad, que hay otras formas de ser y estar dentro del mismo hueco, de la misma cueva, de la idéntica Tierra que nos cobija.
Mi padre fue inmigrante. Era de un pueblo de Soria y se vino a Bilbao que estaba a 12 horas de distancia. Hoy a mi me cuesta bastante menos ir a New York desde Zaragoza. Está hoy más cerca New York de lo que estaba para mi padre Zaragoza.
Yo tengo amigos muy íntimos viviendo en Zaragoza que son de un pueblo del sur de Huesca. Llevan aquí junto al Ebro unos 45 años. Yo me alquilé una vivienda en su pueblo hace ya un par de décadas y durante mis 12 años viviendo allí los días de fiesta, vacaciones y fines de semana, nunca logré dejar de ser “el forastero”. Mis amigos que son de ese mismo pueblo y a los que conocía de antes, nunca fueron forasteros en Zaragoza. Siempre han sido (y serán) mis amigos.
No sé si explico bien lo que quiero decir. Todo es cuestión de matices, de ganas de mirar y ver, de sentir que mientras seamos humanos nos podemos entender bien.
Luego los adultos se lo vamos enseñando para afianzar nuestras diferencias. Queremos marcar nuestro propio territorio marcando las diferencias. Habría que obligar a todos los jóvenes del mundo a que pasaran un año completo en otro país totalmente diferente al suyo. Como un Servicio Social fuera de sus fronteras. Un africano llevarlo a Canadá, un español a Zaire, un americano del norte a Guatemala, un argentino a Suecia.
Así verían antes de hacerse adultos y empezar a tener que trabajar por su propia sociedad, que hay otras formas de ser y estar dentro del mismo hueco, de la misma cueva, de la idéntica Tierra que nos cobija.
Mi padre fue inmigrante. Era de un pueblo de Soria y se vino a Bilbao que estaba a 12 horas de distancia. Hoy a mi me cuesta bastante menos ir a New York desde Zaragoza. Está hoy más cerca New York de lo que estaba para mi padre Zaragoza.
Yo tengo amigos muy íntimos viviendo en Zaragoza que son de un pueblo del sur de Huesca. Llevan aquí junto al Ebro unos 45 años. Yo me alquilé una vivienda en su pueblo hace ya un par de décadas y durante mis 12 años viviendo allí los días de fiesta, vacaciones y fines de semana, nunca logré dejar de ser “el forastero”. Mis amigos que son de ese mismo pueblo y a los que conocía de antes, nunca fueron forasteros en Zaragoza. Siempre han sido (y serán) mis amigos.
No sé si explico bien lo que quiero decir. Todo es cuestión de matices, de ganas de mirar y ver, de sentir que mientras seamos humanos nos podemos entender bien.
Yo de hecho y sin que sirva de precedente, con mi amigo perro me llevo la mar de bien. Sé que vino de Rumanía pero enseguida nos entendimos y nos pusimos a querernos de verdad. Bueno…, es un poco egoísta, pero yo se lo perdono. Está más mayor que yo y cuando se cansa viene a mi vera y se tumba tocándome. Necesita sentirme pegado. Cosas de la vida, pues ambos somos animales, aunque yo sepa leer y escribir y él no.