Una de las más eficaces maneras de controlar las democracias es vaciarlas de personas y convertirlas en conceptos. Podemos llegar a manipular de tal manera los sistemas políticos a los que queremos llamar democracias, que vaciándolas de la presencia activa de personas en ellas, en su gestión y participación real, si además logramos convencerles de que su presencia no es necesaria, la manipulación es muy sencilla.
Para ello simplemente hay que convencer a las personas (mejor de forma individual) de que es posible tener democracia automática si le añadimos cualquier adjetivo moderno y cómodo. Y provocar la desafección para favor de todas las personas.
—No es necesario que participes, todo funciona muy bien sin tu presencia. Incluso la presencia de muchos..., molesta, incordia.
Confundimos democracia participativa con ir a votar cada cuatro años a unas candidaturas que nos vienen impuestas y con unos programas de gobierno que no son contratos y no hay que cumplir.
Convertimos el gobierno de los mejores, por el gobierno de los que quieren gobernar aunque les insultemos y les paguemos poco, pues así nos garantizamos desde los reales poderes globalizados y escondidos, que quien gobierna no es el mejor, incluso a veces puede ser el más tonto, que soporta con facilidad un oficio mal visto y recompensado.
No interesa dignificar el oficio de político, no vaya a ser que acudan a él..., los honrados, los mejores, los válidos, los que ya son considerados y pagados por la sociedad con los mejores y respetables puestos. El Sistema prefiere a los mediocres como yo.