Estaba escribiendo cuando ha vuelto a la ventana mi amiga la langosta. Yo sé que no será la misma de siempre, pero me hago la ilusión de que sí, de que vuelve para verme, de que en realidad quiere saber si sigo bien. Yo nunca la molesto. Hago con ella lo mismo que con mi salamandra, nos miramos, nos saludamos y seguimos cada uno por su camino.
La he visto un poco más triste, muy agarrada a la ventana, como con miedo de ponerse a volar sin que yo la pudiera observar bien. Le he dado ánimos. Estoy seguro de que todo pasará y de que como piensa la mayoría de la gente, esto son situaciones muy temporales y que volveremos a los felices 80. Para mi que ella nunca vivió aquellos años de música y calle.
He dejado de escribir para mirarla pues se lo merece. Es corpulenta, dura como todas las langostas. Tanto estas como la de paella. Curiosamente me ha recordado a un tanque, que me digo yo, en qué estaría pensando. Pero es lo que hay. La he saludado y he seguido con mi trabajo. Al rato ya no estaba. No sé cuando volverá. Es lo que tienen las sorpresas.