Hoy sus viejos gritos de descamisado suenan a fuera de lugar y a populistas, pero sus actuales posiciones de señorito andaluz suenan a no válidos para encontrar soluciones, y eso en un alto responsable político de la historia reciente, suena muy mal.
Se nota un respiro a odio al que no soy capaz de encontrar motivos en el ahora, pero sobre todo es tan distinto a sus libros escritos en los años 90, que remitirse a ellos es la mejor imagen de su cambio.
Cuando Salvados lo puso a la altura dialéctica de José María Aznar se calló el trampantojo y el PSOE perdió votos como una sangría sin sanguijuelas.
Un mal día lo tiene cualquiera, incluso Alfonso Guerra, pero cuando sus palabras desnudan un discurso viejo que se ha intentado modernizar a costa de pulirlo hasta quedar anclado en un conservadurismo populista, el dolor por un pasado manipulado suena a feo.
Un mal día lo tiene cualquiera, incluso Alfonso Guerra, pero cuando sus palabras desnudan un discurso viejo que se ha intentado modernizar a costa de pulirlo hasta quedar anclado en un conservadurismo populista, el dolor por un pasado manipulado suena a feo.
Yo esperaba una visión más constructiva, nada simplista, conservadora pero válida. Y me encontré a un Alfonso Guerra fuera del siglo XXI.