Han pasado 45 años y estamos volviendo a lo mismo. Ahora también nos estamos quejándonos de que todo se está politizando desmesuradamente. Pero aquel señor del sombrero alto se quejaba desde sus privilegios, de su fortuna en Suiza no bien entendida, de su sacrificio apoyando a la dictadura.
Ahora en cambio los que se quejan de que todo se está politizando son los trabajadores que no tienen contrato fijo, los que se tienen que levantar a las 5 de la mañana, a los que curran para tener una cuenta vacía en un banco donde les cobran por entrar.
El señor del sombrero hablaba de sus futuros, igual que sucede hoy con muchos votantes de la ultraderecha. Y de que no deben mancillar su trabajo, su inocencia, su propia vocación de futuro, con la politización de los revanchistas.
El señor del sombrero hablaba de sus futuros, igual que sucede hoy con muchos votantes de la ultraderecha. Y de que no deben mancillar su trabajo, su inocencia, su propia vocación de futuro, con la politización de los revanchistas.
Es lo mismo, pero han pasado 45 años y ahora los que piensan en conservar (de conservadores) sus indignidades laborales son los que las padecen. Hay que aplaudir a rabiar a quien haya logrado este cambios tan hermoso y curioso. Podría parecer humor, pero es mala hostia.