Algunos desde Cataluña no están viendo el giro que están tomando los acontecimientos de los últimos meses, y lo que es peor, tampoco desde el resto de España. Estamos como espectadores sentados mientras comemos pipas observando como enormes trenes durísimos van camino de chocar y que mientras tanto en su interior van disimulando y regalando caramelos entre los viajeros. Y son más de dos trenes (Cataluña y España) pues hay variables que no estamos teniendo encima de la mesa del futuro.
Por puro egoísmo hoy nos toca a los españoles cuidar el tamaño, nuestras posibilidades reales de defensa de los territorios de los que comemos y de nuestras economías, para lo cual en el camino debemos exigir eficacia y cuidado en el control de los desvaríos. Volver a buscar incluso la dignidad laboral, ganada a costa de saber trabajar bien nuestras posibilidades económicas, algo que en las separaciones es imposible.
Estamos tontos o al menos lo parecemos con ansia, pues una cosa es buscar el diálogo y otra es creerse que los “otros” interlocutores son tontos de baba y se la podemos meter cruzada. y esto vale para todos los bandos. Negociar es complejo, muy complicado casi siempre, y empezar queriendo engañar no es lo bueno. Tampoco marcar los puntos máximos. Ni los techos ni los suelos.
Y sobre todo no jugar a pensar que esto no es importante. Podría ser que alguien desde fuera creyera que sí es importante y diera una patada a la mesa, para joder a las fichas.