Somos un país de autoridad, de autoridades, de uniformes que nos producen un respeto que está muy cerca del miedo. Lo debemos llevar todavía dentro, nuestros hijos se han contagiado. Ni con humor somos capaces de tragarlo con calma.
En los últimos años este miedo a las palabras del guardia se ha vuelto más acrecentado. Y lo curioso es que cuando te ves envuelto entre policías de otros países ves que no son mas duros que los tuyos, que simplemente es la suma de sensaciones.
La última ocasión en que me pitó el detector de metales fue en una exposición en mi Zaragoza, curiosamente nadie entendíamos nada y al final resultó ser un pequeño pastillero de juanolas de regaliz. En pelotas no, pero casi pues era mosqueante que siempre pitaba y yo no recordaba las putas juanolas en el bolsillo interior de la chaqueta. Con el detector de mano me las sacaron.