El buen gusto a la hora de tratar a los clientes es un valor añadido en los comercios modernos que saben defenderse bien contra las nuevas formas de vender. Una tienda nunca debe ser ya un almacén “de cosas” sino un espacio de calidad donde haya valores añadidos al de comprar y pagar. Debe existir relación entre clientes y vendedor, un buen diseño moderno que nos haga sentirnos bien y arropados, debe existir sorpresa y calidad sin dejar de lado la calidez humana.
Los productos hay que mostrarlos ordenados y muy limpios, rodeados de colores y luz que acompañe al producto. Hay que demostrar profesionalidad y una decoración agradable que incita a “estar”. Y además debemos lograr unos precios competitivos y una calidad diferente en el producto, a ser posible cercano y complicado de obtener por sistemas más globalizados de compraventa.
Los marcados nuevos tienen ya servicios complementarios a los clásicos puestos de venta de toda la vida. Al mercado se va a estar y disfrutar, a encontrar, a pasear incluso. Lo importante no es tanto comprar y vender, como lograr que los clientes entren y vean. La venta caerá por su propio peso si lo que se ofrece una vez que logramos que entren a vernos, es de calidad global.