Pero lo curioso es que siempre son presiones desde personas en concreto, no funcionan tan mal las organizaciones, como las personas que llevan las organizaciones. Somos capaces de crear normas en la misma medida en que somos capaces de aprender a saltárselas. Y en la misma en que luego no somos capaces de inspeccionar su cumplimiento.
Las familias callan, los trabajadores no pueden defenderse, y las instituciones sociales y políticas estamos muy ocupados en temas mucho más vistosos y fáciles. Siempre salen perdiendo las personas más débiles.