Nunca hemos tenido tanta facilidad como ahora para crecer en educación y formación. Nunca hemos tenido tantas posibilidades de atesorar ideas y proyectos, de acudir de forma igualitaria a procesos formativos para ser más…, para ser más productivos. Y esa es una pregunta que nos tenemos que hacer casi ya con urgencia.
¿Debemos ir a modelos formativos que cubran las necesidades productivas de los países, o a modelos formativos que cubran las necesidades de las personas? La respuesta no es sencilla aunque lo parezca, pues dentro está el engaño de decir una cosa y hacer otra.
No es lo mismo crear un proceso educativo y formativo cuya meta sea una u otra META final. Sin duda en el preescolar todo el sistema educativo está dirigido hacia la persona. Pero según vamos creciendo en edad y formación, hay muy serias dudas de hacia dónde nos dirigimos, incluso hacia dónde debemos dirigirnos.
Si reducimos toda la formación a buscar unos procesos útiles en economía productiva, estamos entregando herramientas a las empresas que además de hacer crecer una sociedad, hacen crecer las desigualdades. Si dirigimos nuestra educación y formación hacia el crecimiento personal como individuo que siendo libre elige lo que quiere, estamos poniendo en valor a la persona y a su libertad vital de hacer lo que quiera con su vida.
Pero la formación en realidad la pagamos todos, la sociedad en su conjunto. Tal vez haya que explorar mejor esa tercera opción de educación y formación hacia las personas, basada en las personas pero no a título individual, sino considerando a las personas como parte de un colectivismo social. Algunos pueden sentir la tentación de pensar que esto es comunismo educativo. Y que al final esto nos llevaría otra vez a los valores formativos para buscar economías colectivas.
Lo cual nos desplaza hasta esa falta básica de formación en las alternativas y sus explicaciones. Lo necesario puede ser nuevo, diferente. E incluso puede ser positivo y no tener nada que ver con lo conocido con anterioridad. Y para ello nada como admitir de una vez por todas que hay procesos ya muertos, enterrados incluso entre los Muros de Berlín y que ya ni existen ni existirán. Lo cual no quiere decir que no puedan nacer otros que se parezcan en algo y se diferencian en mucho.