En los últimos años de la década de los 70 del siglo XX la sociedad española tenía miedo y no está de más recordarlo, para entender mejor el discurrir del cambio entre la dictadura y la nueva democracia, que muchas veces se critica de excesivamente suave y floja. Hay que recordar que aquella parte de la sociedad mejor formada en asuntos sociales y políticos del siglo XX se había hecho desaparecer tres décadas antes, por la vía de los fusilamientos o del destierro. En España durante la dictadura quedó una sociedad muy conservadora y religiosa, pobre de recursos incluso educativos, y dominada por los vencedores que tenían todas las herramientas para seguir metiendo miedo.
La pregunta que se hacía la sociedad desde la década anterior a la muerte del dictador era: —¿Y ahora qué, cuando se muera, otra guerra?
No se confiaba en las posibilidades del Príncipe al que se insultaba en los corrillos de la calle con el apodo de “El cara bobo” y del que no se esperaba nada que no fuera la figura de un nuevo militar ordenando sobre la España pobre y de rosario diario. Así que cuando tras la muerte de Franco surge una posibilidad de encaminarnos hacia sistema nuevo, gran parte de la sociedad respiró aliviada y no exigió nada.
Hay un dato que no se recuerda como se merece. En las manifestaciones de todo tipo que se conforman ya desde antes de la muerte de Franco, hay muy pocas personas mayores de 30 años. Incluso en la propia Transición, cuando son asesinadas por diversos motivos personas civiles, siempre son muy jóvenes pues éramos los únicos que acudíamos a cualquier tipo de movimiento reivindicativo o cultural.
El poder total lo tenía una parte de la sociedad española que venía de la victoria, pero había otro enorme grupo social en España que simplemente estaba instalada en el miedo y en el silencio.