Ayer fue un día muy malo para la justicia en España e incluso para las relaciones sociales de un país que está sufriendo tensiones innecesarias por las torpezas de algunos responsables que no saben gestionar su presente. Por un lado la patada en los riñones de Estrasburgo con el caso Otegui pone contra las cuerdas los usos retorcidos que a veces se utilizan desde la justicia para resolver lo que la política es incapaz de lograr. Por otro lado la sentencia revisada del Tribunal Supremo sobre quién debe pagar los impuestos de las hipotecas, que de momento nadie sabe cómo va a terminar.
Ante la justicia no cabe más que acatar. Pero sin duda cabe también criticar, opinar, revolverse, y empezar a sopesar si no nos estaremos equivocando mandando a la justicia asuntos que nunca deberían llegar, y sobre todo, intentando evitar que las torpezas supongan que el remedio sea mucho peor que la enfermedad. Veremos hasta donde se puede estirar el chicle.