22.10.18

Llevamos 18 años y parece un siglo

Llevamos casi dos décadas de este ya no tan nuevo siglo y parece que han pasado todos los tiempos del mundo por encima de nosotros. El mundo ha cambiado mucho y aunque nos creamos que no nos damos cuenta, los cambios han sido tan profundos que en estos momentos nadie se atreve a decir qué será del mundo, de Europa o de España en el 2040.

Podríamos hablar del ataque a New York, del terrorismo globalizado, de las nuevas economías de laboratorio, de la inmigración imparable, del cambio climático, del auge de la extrema derecha, de la caída de Europa como idea positiva, de la crisis económica de 2008 que ya dura 10 años, de las guerras alrededor del Mediterráneo, del crecimiento abrumador de las economías de India y China, del nuevo papel de Rusia, del desprestigio de la política y casi de la democracia, del control exquisito de la alimentación como mercado de futuro, de la caída del empleo y sus derechos en todo el mundo. Creamos primaveras árabes para disimular o para cambiar a los que no se doblegan a las nuevas economías de unos pocos.

Casi lo curioso es el uso del idioma que hemos modificado para utilizarlo como un elemento más de manipulación, de posverdad (mentira emotiva para modificar pensamientos), de trabajo social. Ya no decimos —por poner un ejemplo sencillo y globalizado— países emergentes, sino mercados emergentes. No nos interesa tanto el país pues suele estar llenos de personas, como los mercados que suelen estar llenos de dineros.

Las economías globalizadas y de laboratorio han tomado protagonismo, pero no tanto por parte de los economistas como por los políticos que lo son sin presentarse a las elecciones. La inmensa mayoría de las personas que se dedican a la política, que es esa actividad para organizar sociedades humanas y poderlas gobernar e intentar influir en ellas, ya no lo hacen los políticos elegidos democráticamente, sino personas que nunca admitirán que son políticos.

No hay quer ser político que se someta a la elección de sus influenciados, para poder gobernar y gestionar sociedades. Las Grandes Corporaciones, esa miles de empresas que por ejemplo en Bruselas tienen hermosas oficinas llenado centenares de grandes edificios destinados para los grupos de presión, son los que al final y sin someterse al examen cada cuatro años de sus sociedades que votan para otras cosas, saben que pueden seguir haciendo lo que quieran sin que nadie les mira ni les tenga que juzgar.

La democracia se ha quedado pequeña. Y lo curioso es que la inmensa mayoría de los ciudadanos no quieren saberlo, enmarcados muy bien en la idea de que todo esto es mentira. O incluso en los pocos restantes que sí creen que es verdad, en el convencimiento de que nada se puede hacer, más que rezar o sufrir. O ambas cosas.

Hoy los políticos que gobiernan, los que no vemos ni nunca veremos, admiten que su competencia son otros políticos que tampoco vemos ni veremos nunca. Y que incluso ni ellos ven o verán nunca, aunque cenen juntos en grandes y emotivas reuniones. ¿Quién es quién en este mundo de escondidos?

Ahora por ejemplo la cadena DÍA de supermercados se tambalea. Hay tantos factores dispuestos a jugar con ella, que nadie sabe bien quien empuja y de quien dependen los 30.000 puestos de trabajo repartidos por todo el mundo con unos 15.000 en España. ¿Quien juega a ganar espacio e influir en el mercado de la distribución?

Matamos y troceamos a periodistas y mentimos. Lo hacemos con el esclavismo del siglo XXI o con el control del terrorismo a base de vender o no armas. Controlamos los pasos de la sociedad de calle y no sabemos controlar las decisiones de los que de verdad deciden y no conocemos. Logramos crear crisis permanentes en los medios de comunicación para que siempre sean débiles y se pueden doblegar. Manipulamos las educaciones para dosificar sus resultados, convertimos a las personas no ya tanto en productores como en consumidores, donde es más sencillo manipular con alegría.

No digáis que no son apasionantes estas dos décadas de siglo XXI.