7.11.24

Hay que esforzarse para reflexionar. Y eso cuesta

Vivimos en un mundo triste donde prima la superficie, donde se nos entrega gratis incluso nuestra forma de pensar, a poco que nos dejemos llevar por los que gestionan escondidos nuestra capacidad crítica. Nos ayudan a pensar, por no decir que nos dirigen. 

Nos dejan elegir libremente entre ser de derechas o de izquierdas, religiosos o anticlericales, pues nos entregan paquetes cerrados donde todo está ya dentro muy bien estructurado. 

Pero entre medias de estas posturas hay decenas de estaciones intermedias donde no nos dejan ponernos a pensar con la misma facilidad

Y esa prohibición no es tal, es simplemente que nos entregan simplificado el modo para que lo elijamos entre posturas ya empaquetadas, nos facilitan las posiciones, y así no tenemos ni que pensar. Todo parecen hacerlo por nuestro bien, para que resulta fácil ser humanos comprometidos.

No parece necesario esforzarse ante nada. Por eso tenemos una sociedad triste donde el esfuerzo personal no tiene el valor que debería.

Todo nos lo entregan masticado y además nos van alimentando con más combustible empaquetado para las posturas polarizadas. 

Si eres de “los raros” que prefieren estar en medio de las dos posturas encontradas, no te entregan combustible fácil y tienes que ponerte a pensar, a esforzarte en comprender.

No es lo mismo leer el titular de un periódico, que leer un libro entero. 

No requiere el mismo esfuerzo ver una imagen encuadrada y limpia en nuestro televisor, que comprender una aptitud de un grupo social. 

Cuando todo nos lo entregan manipulado por la cocina, es muy fácil manipularlos a nosotros para entregarnos limpio y guapo el resumen de lo que tenemos "que ser". Y como es fácil de tomar lo que nos sirven, lo absorbemos con más facilidad.

¿Y dónde queda nuestra obligación de reflexionar? 

¿Cómo es posible adquirir conocimientos si no somos capaces de reflexionar y esforzarnos nosotros mismos en entender lo que nos rodea, lo que va sucediendo en cada momento?

Si hay que vivir de ilusiones, lo lógico e incluso lo inteligente sería que esas ilusiones las creáramos nosotros mismos, no que nos las entregaran ya masticadas, para no tener ni que pensar en saber de dónde vienen.