Esta imagen es parte de la Zaragoza caída, de esa Zaragoza que lleva años viendo como sus árboles se caen a poco que haga aire. Es curioso porque a Zaragoza se la conoce por la capital del Cierzo, pero ahora parece que la culpa de estas caídas sea del viento exclusivamente. La semana pasada, diez minutos de vendaval lograron tumbar más de 300 árboles, casi todos ellos de muchos años de vida. Y una ciudad no se puede permitir esta pérdida en sus parques urbanos o en sus calles, sin preguntarse el motivo.
No se plantaron bien en su momento, pues lo hicieron a poca profundidad
No se eligieron el tipo de árbol mejor para una ciudad o un parque, que no tiene un subsuelo idóneo sobre el que asentar sus raíces
No se está empleando un sistema de riego correcto, pues es muy superficial y hace que las raíces estén muy cerca de la superficie
La poda de estos árboles es tremendamente horrorosa permitiendo una enorme altura lo que hace que el viento los logre tumbar con facilidad
No se planificó bien el diseño de los parques, pensando en que somos una ciudad con un viento racheado alto
Son defectos que vienen de atrás, pero que algunos como las podas se vienen reclamando cambios desde hace más de una décadas, sin ningún resultado. Creíamos que en Zaragoza había buenos técnicos en jardinería gobernando las zonas verdes, pero simplemente nos equivocamos, a costa de perder un gran número de árboles que llevaban muchas décadas con nosotros.