El PSOE tras atravesar un desierto largo y complicado, sin casi oasis con los que llevarse a la boca un poco de agua, va a cambiar las arenas por las piedras. Y lo saben bien, y están preparados para ello. En eso España no debe preocuparse, saben donde se han metido. ¿Será suficiente con saberlo?
Pues sin duda los palos en las ruedas se los van a intentar colar tras cada paso. Y aun con 180 votos en el Congreso apoyando su investidura les van a recordar que son unos llegados administrativamente, y no tras las urnas. No deben hacer caso a los cantos agridulces, menos todavía a las Redes Avinagradas, y van a necesitar como agua de mayo un medio de comunicación que les sea favorable. Y no será fácil.
El trabajo es mucho, tanto que en el camino se van a quedar muchas expectativas sin poder cumplir. Y deberían explicarlo para que el desencanto sea al menos un desencanto informado. Deben cambiar profundamente la forma de comunicarse con la sociedad desde el Gobierno. Las formas y los fondos. Y a falta de nuevas Leyes, cambios profundos en las viejas, deben sin duda nombrar a personas afines en los puestos más importantes del Estado, en los fáciles de nombrar y también en los más difíciles.
Que tengan pocos meses para demostrar de lo que son capaces es positivo para España. Se van a equivocar en algunas decisiones, pero tienen la obligación de acertar en muchas otras, y lo saben. Van a tener que ser osados sin romper los envoltorios, un trabajo casi de magos del escapismo, pero no hay otra. Se puede, y por ello deben intentarlo.
Lo peor que les puede suceder es que pasen desapercibidos, que sea un periodo gris y apagado, que desactiven las necesidades sociales. No me importan tanto las estadísticas o los gráficos como las sensaciones, las capacidades, cambiar el pesimismo por el optimismo y cambiar la sonrisa de los ministros por la seriedad de quien está trabajando duro. Se puede ser optimista, sin poner cara falsa de sonriente amigo de los niños.