Se habla mucho de la transformación del mercado de trabajo, de las relaciones laborales ya cambiadas, de la volatilidad actual del empleo, de la indignidad laboral incluso. Y sin duda del enorme desencuentro entre lo que se necesita y lo que realmente hay en las relaciones laborales, con faltas claras de formación suficiente y de calidad. Y debemos admitir que la culpa de todo esto la tenemos los que de alguna forma dirigimos las situaciones desde diferentes puestos de responsabilidad.
El ciudadano está muy cabreado con la actual situación laboral. Pretender que ahora tengan implicación y que se auto formen en calidad sin ninguna seguridad, que se les proponga unos contratos basura y que además se les exija creer en su empresa, es una situación absurda.
También es verdad que esto sucede sobre todo en el sector servicios y en puestos de trabajo de baja calificación. Pero no siempre es así. Que nuestros universitarios tengan que emigrar a otros mercados laborales es una tragedia para el futuro de España. Aunque algunos no lo quieran ver.
La tendencia puede invertirse, sobre todo en contra de los empresarios manipuladores que disfrutan en la actualidad de unas leyes realmente muy abiertas para ciertos abusos. Será muy complicado poder competir contra otros empresarios más inteligentes y sobre todo contra sus propios empleados con deseos de prosperar desde el autoempleo, que están ahora aprendiendo para dar el salto a montar lo que ellos mismos ahora sufren de cerca.
Es verdad que la tendencia en RRHH es de más formación continua, que se valora mucho el talento personal y no tanto la formación previa pues muchas veces se necesita un tipo muy personalizado de formación, que hay que entregar ventajas a las personas que se reclutan para confiar en ellas y para que ellos confíen en su empresa, y que la promoción es un activo que debe acompañar con sinceridad al contrato de trabajo.