Uno creía en el Procés como un proceso (valga la redundancia para dejar claro que no hay mucho dominio de diccionario por ninguna de las partes) que conduciría a alguna parte. No digo que positiva, pero sí para al menos mover. Mis dudas sobre la realidad de la sociedad de Cataluña se remontan al menos a unos 25 años, y por diversos motivos siempre expliqué mis graves dudas, incluso cuando se pensaba que con Cataluña había que estar en la intimidad y que con el País Vasco ni agua.
De aquellos lodos mal entendidos surgen ahora estos barros tremendos, pues no hay solución y lo saben bien los que desean que no haya solución. El ejercicio/juego de los balcones llenos de banderas españolas en un ejemplo más de que no nos estamos enterando de nada.
Para resolver el problema catalán —sí, ya es un problema grave— es necesario, casi lo primero, conocer a la sociedad catalana y lo que ellos han ido sintiendo cada vez que les ponemos una zancadilla legal a través del Constitucional. Y me remonto al año 2010.
Si observamos el estadillo que publicó La Vanguardia en su momento —medio de comunicación al que no le gusta nada de nada todo este proceso de independencia— veremos la enorme transformación que la sociedad catalana ha tenido en su percepción de la relación con España. Una década perdida, hasta llegar a una situación como poco caótica. ¿Y ahora? Pues ahora se citan para hablar. ¿De qué? ¿Con quien o quienes?
La mejor noticia que le podían dar a la Monarquía y la peor a los que entendemos la República como una posibilidad, es el nombramiento de un conservador peligroso para liderar una República en Cataluña. Nadie puede dejar de ver que para esos Presidentes de República, es mucho mejor y menos peligroso tener Reyes de familia.