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P. Recientemente están emergiendo importantes casos de corrupción política en España. ¿Qué rasgos definen a un buen gobernante?
R. La respuesta corta es un argumento que se remonta a Platón y Aristóteles, y es que los mejores líderes son aquellos que tienen una devoción genuina hacia el bien común. Pero, en la práctica, en política hay poderosos intereses que compiten con el bien común. Y muy a menudo, la preocupación por los aspectos técnicos de las finanzas y de la economía produce líderes incapaces de articular visiones más amplias relativas a valores y justicia social, y con una visión ética amplia.
P. ¿Y un buen ciudadano?
R. Es el que lee periódicos, se informa de las cuestiones públicas, mira más allá de sus intereses individuales y pide a los políticos de que se ocupen del bien común.
P. ¿En qué cree?
R. ¿En términos políticos?
P. En general.
R. En un tipo de políticos y en general en una vida política abierta al debate sobre cuestiones morales básicas. En nuestras sociedades la democracia está empobrecida porque hay tal preocupación por cuestiones tecnocráticas que se presta muy poca atención a otras más amplias, relacionadas con justicia social o la dimensión moral de la vida pública. A veces es más fácil para los políticos no afrontar cuestiones éticas de fondo porque son controvertidas.
P. ¿Por ejemplo?
R. La distancia entre ricos y pobres, no solo en la sociedad sino globalmente. Cuáles son los límites morales de los mercados y qué esferas deberían estar a salvo de su influencia. O cuestiones relacionados con el pluralismo religioso o la bioética. Hay una tendencia a sacar estas cuestiones del debate público porque implica desacuerdos morales y religiosos. Deberíamos estar más abiertos al debate, a una vida pública vigorosa, más ruidosa. Eso enriquecería la vida democrática.