Dentro de lo complejo que resulta que los medios de comunicación tradicionales y en papel mantengan su espacio y sobre todo su rentabilidad, se unen los cambios o bandazos ideológicos sin explicación contundente, que atontan al lector y le hacen dudar. ¿Hasta dónde les podemos pedir neutralidad? ¿Hasta dónde que se mantengan sin modificar sus líneas editoriales?
El caso más sencillo de analizar para quien quiera hacer un estudio muy sesudo sería el de El País, que ha cogido (presuntamente) un presunto odio visceral a lo que quiere hacer Pedro Sánchez, sea lo que sea esto…, que raya lo patológico, siempre desde la presunción, pues algunos se la cogen con papel de fumar. Igual es una simple mirada mía, que estoy tonto de baba.
A todo medio de comunicación que aspira a liderar, se le exige que informe con toda la verdad que sea capaz de tener, que transmita su propia opinión pero que la mantenga en su línea de Editorial y sea bastante neutral también al menos en sus titulares de información. Y se le pide casi por favor, que se mantenga abierto a los deslizamientos ideológicos que es lógico que tenga, pero dejando que sean las firmas de comentaristas y periodistas de opinión quien los traslade a los lectores, y estos decidan qué hacer con su dinero y su tiempo, que ahora ya no sabemos qué vale más.
Ver algunos titulares, jugar con sus tamaños, con los adjetivos, con las posiciones dentro de las páginas, es simplemente una forma de incidir con su opinión dentro de las tripas de la información. Y eso en el año 2018 queda feo…, y obliga a los lectores a dudar. No está bien decir un día blanco y al siguiente gris oscuro, estar al aire de lo que opinan desde algunas atalayas, para cambiar el color de las banderas. A quien aspira a liderar un complejo proceso de comunicación que se le exige más que a ninguno. Es lógico. Pero ellos mismos también deben exigirse lo mismo.