Dice Mariano (y también algún político de izquierdas) que las palabras, los escritos no importan; que lo importante son los actos, los hechos. Es una muestra más de que no tenemos ni idea de lo que se juega entre las manos de los tontos inútiles con los que jugamos a la historia, sea en un lado y en el otro.
Las palabras tienen tanta importancia como los hechos, pues sirven para propiciar estos últimos, para darle explicación y sentido, para avisarnos y jugar con ellos antes de que se produzcan. Una paella sin un buen caldo no es nada.
Podemos menospreciar los discursos, las palabras, las declaraciones, pero son el aviso y la excusa, son ya hechos, pues hablar y manifestarse es un hecho en sí mismo. Y seremos tontos, muy tontos, si cuando alguien nos dice a la cara que nos va a dar una patada en los bemoles, no le miramos —como poco— todos los movimientos de sus piernas, para prepararnos las nuestras.