¿Qué opinarán nuestros nietos del momento actual?. Os dejo parte del texto, y aquí podéis consultar el artículo entero.
No callaré frente a un relato falso sobre la Transición que pretende asimilarla a una restauración monárquica impuesta por la oligarquía de la Dictadura con la atribución a nuestra izquierda de un papel subordinado, sólo, como si las libertades democráticas fuesen una concesión y no una dura y dramática conquista de la izquierda y los movimientos populares. Sería como negar la Historia, pero sobre todo sería una afrenta a los que, estos sí, se dejaron la piel en la resistencia a la Dictadura, con un rol básico de los comunistas, pero también de socialistas, republicanos, anarquistas y demócratas, en general, para luego comprometerse con los mismos valores, generosidad y firmeza en la movilización social y en el pacto por la libertad y la democracia.
A este pecado original fabulado sobre la Transición, tan sesgado como lo ha sido su sacralización, se suma la especie de que ya en democracia se ha producido el amansamiento y la domesticación, primero, y más tarde la complicidad de la izquierda con el deterioro y la degradación del carácter social y de la confianza ciudadana en el sistema democrático.
Hacerlo así sería tanto como hacer tabla rasa de un largo período de modernización social, aunque a la luz airada de la crisis y sus dramáticos efectos exista la tentación de verlo todo de color negro y sin matices. En los matices, precisamente, donde está la política.
Un largo periodo de avances y de aportaciones y compromisos, como también de retrocesos y resistencias, donde IU jugó el papel que le confiaron los españoles, influyendo incluso por encima de sus posibilidades, con una capacidad de sacrificio y compromiso en la oposición, y otras veces desde gobiernos locales y autonómicos, creo que a valorar, encomiable.
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No callaré frente a un relato falso sobre la Transición que pretende asimilarla a una restauración monárquica impuesta por la oligarquía de la Dictadura con la atribución a nuestra izquierda de un papel subordinado, sólo, como si las libertades democráticas fuesen una concesión y no una dura y dramática conquista de la izquierda y los movimientos populares. Sería como negar la Historia, pero sobre todo sería una afrenta a los que, estos sí, se dejaron la piel en la resistencia a la Dictadura, con un rol básico de los comunistas, pero también de socialistas, republicanos, anarquistas y demócratas, en general, para luego comprometerse con los mismos valores, generosidad y firmeza en la movilización social y en el pacto por la libertad y la democracia.
A este pecado original fabulado sobre la Transición, tan sesgado como lo ha sido su sacralización, se suma la especie de que ya en democracia se ha producido el amansamiento y la domesticación, primero, y más tarde la complicidad de la izquierda con el deterioro y la degradación del carácter social y de la confianza ciudadana en el sistema democrático.
Hacerlo así sería tanto como hacer tabla rasa de un largo período de modernización social, aunque a la luz airada de la crisis y sus dramáticos efectos exista la tentación de verlo todo de color negro y sin matices. En los matices, precisamente, donde está la política.
Un largo periodo de avances y de aportaciones y compromisos, como también de retrocesos y resistencias, donde IU jugó el papel que le confiaron los españoles, influyendo incluso por encima de sus posibilidades, con una capacidad de sacrificio y compromiso en la oposición, y otras veces desde gobiernos locales y autonómicos, creo que a valorar, encomiable.