Estamos convirtiendo al mundo occidental en aburrido, previsible, mojigato, soso y gris. Si ahora dices que eres poeta te miran con cara de perro. ¿Poeta? ¿Y eso para qué? Si estudias filosofía, arqueología, literatura o geografía económica piensan que están tonto y pierdes el tiempo. Aunque ellos dediquen más horas al día a ver fútbol, series de muertos o anuncios.
Ahora lo que mola es estar alienado con algo. A ser posible con algo vacío y que sea fácil de dominar sin que se note desde las tinieblas escondidas en esas que llamamos “altas esferas” y que normalmente están en las cloacas.
Somos felices porque nos programas para ser felices con facilidad. Y si no lo estás, prepárate, que los laboratorios de pastillas harán su verano. Una vez que logran meterte por la boca una pastilla de esas que dicen curan la depresión o la tristeza, te han pillado. Ya no hay manera de dejarlas. Y no es droga ilegal, es droga negocial.
Estamos aburridos pero artificialmente contentos. Por eso mola ser del equipo ganador. Para ser felices ganado los otros. Nadie es del Alcorcón o del Zaragoza. Como sociedades, claro. Es que son poca cosa y no han aprendido a ser felices. Siempre se están quejando. ¡¡Más pastillas, por favor!!