Ilusionar sobre España no es sencillo tras habernos armado de odios y ascos. La Transición no supo incorporar el concepto “español” como algo positivo, pues veníamos de un nacionalismo español violento y dictatorial. Era imposible, y ya nunca más se intentó en España acercarnos en positivo al chovinismo más básico y positivo, que existe. Como existe el negativo.
Pero ese concepto de creerse lo propio casi como lo único, está muy asentado en países vecinos, y tal vez por ello jugamos en inferioridad de condiciones a la hora de defender lo nuestro hacia Europa y hacia los mundos vecinos y occidentales.
Ahora tocaría valorar lo propio en ese segundo círculo que está entre nuestro territorio básico y Europa. Entre la Comunidad y la Globalización. Equipos defensivos de menos de 50 millones ya somos muy poco. Casi lo son los 500 millones, si no están unidos de verdad.
El nacionalismo tiene diversas acepciones, grados y espacios de trabajo. Incluso como ideología sabe adaptarse a los tiempos históricos y a los cambios imprescindibles.
En tiempos de globalización los nacionalismos tienden a la rareza, pues aunque parezcan imprescindibles para defender tu cueva, no tienen fuerza para defenderse ante la nueva realidad.
Por eso incluso los nacionalismo deben agrandar su espacio y convertirse en “grandes” nacionalismos de Estado, más que en pequeñas parcelas.
Pero nacionalismos sociales, humanos y que sobrevuelan sin estorbar. Donde se acepten dentro otros nacionalismos menores y todas las ideologías.
Pero nacionalismos sociales, humanos y que sobrevuelan sin estorbar. Donde se acepten dentro otros nacionalismos menores y todas las ideologías.
Los nacionalismos excluyentes están heridos de muerte. Excepto que se levanten en sus últimos estertores.