El general survietnamita Nguyen Ngoc Loan, había detenido en Saigón a Nguyen Van Lem de 36 años, guerrillero con tres hijos. Aquella muerte en plana calle del barrio chino supuso un punto de inflexión mundial, pues la imagen se repartió por entre las sociedades para que cambiaran su sentido de apoyo. Ya no solo los comunistas del Norte eran los malos, sino que los del Sur podían ser igual de violentos y de canallas.
Posiblemente Van Lem había matado a otras personas, al igual que el general Ngoc Loan, pero aquella era especial, pues la vimos todos a la vez. Varios años después el fotógrafo Eddie Adams escribía: “Gané un Pulitzer en 1969 por la foto de un hombre que disparaba a otro. En esa foto murieron dos personas: el que recibió la bala y el general Nguyen Ngoc Loan. El general mató al Vietcong; yo maté al general con mi cámara”.
En 1975 acababa la guerra del Vietnam con 1,3 millones de muertos, la mitad de ellos civiles, y 58.000 estadounidenses caídos en combate. Una guerra que nunca ganaron los EEUU ni en el campo de batalla ni en el campo social del apoyo de sus propios ciudadanos ni del de otros países que no entendían tanto destrozo de ciudades y de civiles, por un empecinamiento sin mucho sentido.
Aquella guerra supuso también para los españoles la constatación de que el poder podía ser terrible en manos de terribles. Y una repulsa mental contra la violencia y el militarismo, que hasta no hace mucho duraba entre los españoles.