Cada día son más millones en número los españoles que se olvidan de que Cataluña existe. Es una situación curiosa, nos estamos creyendo el discurso oficialista de que cuanto peor mejor, o el de que la justicia y la policía son capaces ellos solos de resolver el problema. Y por desgracia para los que creemos en la necesidad de la paz y de encontrar soluciones dialogadas a los problemas, no es así.
La política es insustituible desde hace miles de años.
Cataluña al final, no se sabe cuando, necesitará una solución de mesa de negociación. Alguien, en algún momento, tendrá que decidir el que hay que sentarse para mirarse las caras. Y tendrán que explicarlo.
Es eso, o será el conflicto insoportable si se pudre.
Que nadie piense que se puede vencer a la sociedad catalana. Se le puede hacer callar hoy y durante unos años, pero el problema simplemente lo habremos trasladado en el tiempo, con todo lo que eso supone de precio final. Tal vez hoy tan solo seamos capaces de saber hacer eso.
Yo estoy en contra de la independencia de Cataluña. Es mala para los catalanes y los españoles. Pero algo sí conozco del temperamento de las sociedades, y mucho me temo que este problema ha venido para explotar.
Con las leyes no se resuelven los problemas sociales, pues las leyes son herramientas, no son sentimientos.