El otro día alguien nos dijo que dejemos de pensar en que “los otros” tienen que ser igual a nosotros, sino en que para lograr que todos seamos iguales, no hay que personalizar, que tal vez algunas de las cosas de esos “otros” sea interesante que las adaptemos nosotros, y que la igualdad no consiste en que sean igual a nosotros, sino también de que nosotros seamos igual a ellos.
Hoy leo a Isabel Coixet que nos dice que: “Estamos hablando del acoso desde el punto de vista de la mujer blanca y privilegiada”.
Y es verdad, nos olvidamos de todo lo demás, de la realidad de millones de mujeres del mundo, seres tan humanos como yo, que no pueden defenderse ante nada. Las mujeres no son víctimas por ser mujeres, sino porque la sociedad que hemos construido es una mierda. Las mujeres, todas, son nuestras madres, nuestras compañeras de vida y además seres tan inteligentes y fuertes (o más) que nosotros los hombres.
Intentar defender a las mujeres por ser mujeres, pero hacerlo solo con “las elegidas” es un error del que no me voy a explayar más.
La violencia sexual, física, psicológica o de todo tipo, se realiza contra hombres y mujeres en todo el mundo. ¿Queréis que hablamos del trabajo actual, de los derechos laborales, del esclavismo del siglo XXI en nuestras ciudades?
Y efectivamente las mujeres occidentales parecen a veces más débiles ante algunas violencias. Pero debemos tener cuidado con el diagnóstico y el tratamiento, o convertiremos a la sociedad en más débil e incapaz de crecer. Y nos olvidaremos de muchas otras violencias contra los derechos humanos que se practican todos los días en nuestros barrios. Y que además nos parecen modernidad.