La mujer casada no podía trabajar sin permiso del marido, tener cuentas bancarias o irse de viaje sin su beneplácito, sacar el pasaporte o el carnet de conducir, y muchas veces esos permisos tenían que ser por escrito del varón que ejercía la labor de “cabeza de familia”.Era tanto el camino por recorrer, que las propias mujeres se pusieron manos a la obra sin dudarlo y empezaron a estar en todos los actos que la democracia empezaba a traer a la sociedad. Su emancipación social fue más rápida que la de los varones.
Has pasado más de 40 años, todos sabemos ya (lo hemos aprendido en estos años de crisis) que nada es eterno, tampoco lo positivo y los cambios lógicos de la sociedad, y que por ello hay que afianzarlos para su conservación futura. Pongamos el ejemplo de la Constitución de 1931, donde se establecía igualdad total entre mujeres y hombres, y que en 1939 se convirtió en papel mojado para convertir a la mujer en una persona de segunda clase.
A las mujeres les falta conseguir ya, en este 2018, esa parte de respeto que los hombres nos negamos a soltar. Su presencia en puestos de alta responsabilidad es mucho menor que la del hombre, en los puestos intermedios cobran menos sueldo que el varón, y la violencia física y psíquica contra la mujer es una lacra contra la que se lucha desigualmente pues será la educación social la que logrará lentamente cambiar comportamientos machistas. Y modificaciones de leyes, en contra de que los más fuertes en cualquier campo puedan apoderarse de los demás.