—¿Absorta…? —me dijo— yo creo que está soñando.
Le expliqué que la izquierda que yo conozco trabaja todos los día hasta las diez de la noche, que los sábados y domingos se dedica a responder mensajes o notas, a realizar artículos de prensa o a reunirse con el partido.
El Angelito sonreía cínicamente.
Si me paro a pensar observo que efectivamente mi izquierda está currando, y que como toda la izquierda ha caído en temas menores, empujado por la programación de los neoliberales, que saben un huevo de manipular al enemigo. Y que nos han llevado hasta temas menores que no quiero nombrar para no ser acusado de lo que no soy, y que por ese engaño a la derecha que manda la estamos dejando en paz.
Me pongo a recordar que nuestros hijos están teniendo una juventud con menos derechos laborales y posibilidades de emanciparse que nosotros, sus padres ya viejos. Y admito con mala cara que hace 40 años teníamos más derechos de negociación colectiva y de respeto laboral, pero que ahora creemos que hay otros asuntos que la izquierda debe resolver con urgencia idiota, y que el que no esté de acuerdo…, que levante la mano para ser acusado de todo lo malo del progresismo actual.
Nunca los jóvenes desde la muerte del dictador están siendo considerados más esclavos en el mercado laboral de España. Nunca tampoco hemos exportado tanto españoles tan valiosos. Ya no se van a otros países los españoles con una formación justa, sino los mejor formados, los más valientes para emprender la huída y construir su futuro lejos de este barrizal.
Mi amigo Angelito me miró con cara de exigente y me dijo que me olvidara de tanto buenismo sin sentido. Y que si no estoy de acuerdo con lo que hace la izquierda, que me les queje y no le eche la culpa a los neoliberales, pues ellos están para ganarse su futuro, mientras nosotros soñamos.