Es imparable, a partir de un tamaño que depende más de las condiciones de la propia ciudad que de un número sociológicamente fijo, las ciudades se comen a sí mismas y se convierten en problemas inhumanos.
No es bueno el crecimiento descontrolado, pero en sociología es un problema que cuando surge ya no se puede controlar.
Nota.: La viñeta es de Roto para El País.