Este cartel de Unión Aragonesista (la actual CHA) es del año 1987 o 1988, y nos muestra el mensaje de la actual Chunta Aragonesista en sus inicios, cuando el Secretario General era Chesús Bernal y se intentaba con ríos de tinta, reflexionar sobre el Aragón que necesitaba levantar la voz para no quedarse totalmente apagado por los gritos de sus vecinos.
Han pasado 30 años de este cartel realizado por el Día de Aragón, sin lemas, tan solo con la idea de mostrar que se estaba otra vez en la calle, reclamando un sitio, un puesto por la dignidad aragonesa.
Decía Chesús Bernal en 1987 en un artículo de prensa, que Unión Aragonesista - Chunta Aragonesista nacía casi 70 años después de haber nacido el movimiento aragonesista en Barcelona. Y este dato cierto es tristemente grave. Aragón lo han amado y cuidado más desde fuera que desde dentro, en periodos críticos de la historia de España. Hoy somos tierra de paso, desierto en vías de dejar de llorar, pero lo era desde hace muchos años antes de que fuera todo inevitable. Los vecinos, algunos, supieron bien arrancarnos lo mejor de nosotros mismos.
Y continuaba diciendo Chesús Bernal: Pero Unión Aragonesista no nace de la nada: bebe fundamentalmente de las esencias aragonesistas y progresistas de los años 20 y 30, postuladas por personas tan significativas como Gaspar Torrente o como Julio Calvo Alfaro, teniendo en cuenta, no obstante, que, desde entonces, han ocurrido muchas cosas en nuestra historia contemporánea.
Queremos defender con gallardía nuestra posición y manifestar que no somos menos que ningún otro pueblo del Estado español. Por eso postulamos una política decididamente aragonesa y aragonesista. en defensa de lo que nos es propio, en defensa de nuestra identidad, de nuestra cultura, de nuestro ser como pueblo, de todas las señas que nos identifican. Y esto ya es hora de que alguien lo diga.
Y ya es hora también de que alguien diga que la política faldera, sumisa y obediente por principio no lleva sino a una “solidaridad” mal entendida que implica el que siempre seamos los mismos los que cedemos, desde el momento en que se consolida un modelo de relaciones e intercambios desiguales.
Ser aragonés es pertenecer a una historia que en algunos de sus capítulos ha sido durante mucho tiempo ocultada, negada, borrada; pero es, además, vivir sobre un suelo, reivindicar un territorio, identificarse y comprometerse para lo mejor y para lo peor con el destino de un lugar geográfico en el que viven unos hombres y unas mujeres a los que reconocemos como nuestros y a los que el devenir histórico y las luchas sociales no les afectan absolutamente del mismo modo que a los de otros territorios.