Franco era tan religioso que su defensa de la iglesia católica se había convertido en un objetivo prioritario desde los años 30. Gobierno e Iglesia debían ir de la mano. Así que cuando fue informado en el año 1974 de que podría ser excomulgado, sabiendo que le quedaban ya pocos años de vida y que las puertas del cielo o del infierno estaban medio abiertas, se asustó tanto que cedió.
Su Gobierno no había admitido en absoluto la Homilía de Añoveros en Bilbao y junto al bunker de los más radicales franquistas, se dispusieron a expulsar de España, a desterrar fuera de su país al obispo de Bilbao. Pero el arzobispo de Madrid Vicente Enrique y Tarancón entendía que aquellas hojas no eran para tanto y que debía intervenir el Papa Pablo VI.
Así que surgió la famosa carta de excomunión contra todos los ministros, contra el Presidente del Gobierno Arias Navarro y contra el Jefe del Estado General Franco. Y para presionar a los miembros del Gobierno a Tarancón no se le ocurrió otra feliz idea que llevarla en persona ante Franco, para joderle la comida. Se reunieron Tarancón y Franco, pero para hablar de cómo resolver el problema, más que para cerrarle las puertas del cielo a Franco. Hay que recordar que Añoveros estaba bajo arresto político domiciliario.
'El pueblo vasco, lo mismo que los demás pueblos del Estado español, tiene el derecho de conservar su propia identidad, cultivando y desarrollando su patrimonio espiritual (...) Sin embargo, en las actuales circunstancias, el pueblo vasco tropieza con serios obstáculos para poder disfrutar de este derecho. El uso de la lengua vasca, tanto en la enseñanza en sus distintos niveles, como en los medios de comunicación está sometido a notorias restricciones. Las diversas manifestaciones culturales se hallan también sometidas a un discriminado control'.
Aquellas líneas habían levantado ampollas que se debían castiga de alguna forma, y a la vez evitar que la excomunión tomara cuerpo. A todo esto, Dios permanecía callado pues no se enteraba de nada. Y el Gobierno, torpe desde su crecimiento bunquerizado advertía que podría llegar a romper relaciones con la Iglesia de Roma.
El día 3 de marzo se le avisa a Añoveros de que debe prepararse para salir de España, pues un avión en el aeropuerto de Sondika le está esperando para llevarle al extranjero. Añoveros responde que no dejar trabajar a la iglesia es causa de excomunión y que él no se mueve de Bilbao, excepto que lo ordena el Papa Pablo VI.
A Franco ya solo le faltaba que le crecieran los enanos del problema con la Iglesia cuando toda Europa clamaba contra su dictadura, pero a la Iglesia tampoco le venía nada bien perder los privilegios que tenía en España, donde en temas educativos campaban a sus anchas.
Así que las aguas volvieron al cauce de la negociación donde el Cardenal de Toledo, Marcelo González Primado de España y Arzobispo de Toledo, la Santa Sede y Franco intentaron pactar una salida lógica. Aunque los estudios posteriores no son muy claros si lo que en verdad hizo cambiar de opinión al Gobierno que ya empezaba a mandar más que Franco, fue la excomunión o la realidad terca de que los 22.000 sacerdotes que había en esos momentos en España eran muy necesarios para mantener el Franquismo en lo alto de la credibilidad europea, aunque hubiera entre ellos 1.000 curas que llamaban comunistas, y que se había salido del cesto de la rectitud política de entonces.