Hay muchas clases de pobreza, aunque menos que clases de riqueza. Y curiosamente y en contra de lo que sé que pensáis la mayoría, hay muchas personas que desde dentro de la riqueza no están bien y desearían (o logran) salir de ella, y al contrario muchas personas que desde la pobreza no quieren salir de ella y la prefieren a otra situación.
Aquí es donde entra la primera duda ¿qué es la pobreza y la riqueza social, personal, colectiva, real? ¿Es siempre la pobreza sinónimo de desgracia y la riqueza de éxito y felicidad?
Si medimos la pobreza o la riqueza por nuestra capacidad de adquirir, nos estamos equivocando. Decimos algunos que no es más rico quien más tiene, sino quien menos necesita. No hay que ser asceta, pero tal vez más austero en estos tiempos de consumismo desaforado.
En las sociedades más pobres, en relación siempre con los datos estadísticos de las más ricas, hay personas que disfrutan de una gran felicidad. Y en las sociedades ricas, incluso opulentas, hay personas que están muy descontentas con su vida, y que desean cambiar y no siempre pueden, de su condición social.
Creemos que dejar de ser rico es muy sencillo. Bastaría con dejar “de tener”. O incluso con tener pero no emplear, no consumir, no utilizar. Pero sabemos y conocemos a jóvenes a los que les cuesta mucho empezar un vida a su gusto, desde situaciones de riqueza. No tienen libertad para decidir, pues los condicionantes les “obligan” a mantener las apariencias y los estatus sociales. Tanto en clases medias como en clases altas.
Y sabemos y conocemos a sociedades pobres, incluso muy pobres, que no admiten ayudas o cambios en sus estructuras sociales, pues no les representan más felicidad. Es pues todo muy relativo, y si se intentan resolver problemas, hay que dejarse atrás los concepto con los que cargamos como mochilas y tal vez plantearnos que nada es estático ni está compartimentado en bloques estancos.
A la hora de hacer urbanismo esto es muy importante. El urbanismo se realiza para llenarlo de personas. Sin estas, nada de lo que se realice servirá para nada. Aunque sea precioso, carísimo, muy útil, moderno o en línea con lo que se hace en otros lugares. La sociología es imprescindible para saber trabajar el urbanismo con la única variable que sirve. “Que sea aceptado y utilizado por la sociedad”.
Pero claro, si nos basamos tan sólo en eso, nunca cambiaríamos nada. Incluso los errores urbanos, tras ser aceptados, tampoco se podrían cambiar. Y aquí es donde entra la mezcla de psicología social, sociología e inteligencia emocional, urbanismo y arquitectura, para saber darle la vuelta a los problemas, sin crear otros nuevos. Siempre existirá una tensión, para hay que analizarla antes de ques e produzca y conocer y planificar sus posibles soluciones intermedias.
Por suerte llevamos más de un siglo analizando problemas y comportamientos sociales, y curiosamente, se repiten ante problemas que a veces nos parecen diferentes pero que no lo son. Por eso hoy tenemos más facilidad para no equivocarnos a la hora de diseñar propuestas, ideas, cambios o nuevos urbanismos totalmente diferentes.