La incultura tiene muchos colores, muchas aristas, muchas formas de sentirla, y algunas son muy tristes. Sobre todo si viene desde los más jóvenes, los que en teoría están más preparados para que no sean incultos ante los ojos de la sociedad. Pero el valor de la cultura básica está en desuso y no se entiende necesaria.
Cualquier joven sabe lo que vale un tripi, un cubata, una caña o un paquete de tabaco. Pero muchos de ellos no saben qué cuesta un calabacín, un litro de leche o cuánto paga tu familia por el gas todos los meses. Saben perfectamente quién está concursando en la televisión, pero no tienen idea de donde está Granada, Soria o el Guadiana. Conocen la lista de jugadores de fútbol, pero no tienen ni idea del nombre de su Presidente de Comunidad o Alcalde.
Lo curioso, insisto, es que todos estos jóvenes han estado escolarizados, has superado todo el proceso escolar, pero siguen sin saber lo básico aunque entiendan mucho de flauta travesera, de fórmulas matemáticas que nunca emplearán o de un inglés que llegan a saber hablar mal, a costa de no saber escribir sin faltas de ortografía en un castellano simple.
Muchos jóvenes están en inferioridad de condiciones con otros jóvenes que sí saben lo necesario. Los jóvenes incultos tendrán menos posibilidades de encontrar un trabajo suficiente, se hará una selección natural en la que unos saldrán ganando y otros perdiendo en libertad y en vida. Pero esto no lo entienden. Nos cargamos el futuro de nuestros hijos por despreocuparnos de sus usos y abusos. ¿El vodka se mezcla con CocaCola, Sprite o Fanta limón?
@medranica