Este blog cumplió el mes pasado 10 años, casi en silencio, apagado o fuera de cobertura, callado por propia decisión al ir trasladando sus nuevas entradas a otras ventanas, pues todo tiende a transformarse, y un blog, como un libro, debe comenzar y también acabar.
En el momento de nacer, allá por julio de 2006, sin duda no pensaba en que llegaría a los 10 años de edad. Eso es mucho. Con él he aprendido a escribir, he modificado mis hábitos sociales, he andado muchos caminos, he desandado otros, y me encuentro mucho más viejo pero con muchas más ventanas abiertas, tantas, que me resulta imposible atender como se merecen.
Un blog requiere atención constante o si no es mejor abandonarlo. Se debe a sus electores pero también a uno mismo. Es una afición como el que es de un equipo deportivo o de un programa de televisión. Todo evoluciona y todo se mueve de sitio. Para que este blog pudiera renacer sería importante borrar muchas entradas viejas que ya no encajan con mi forma de pensar. O no. Tendría que secar otros blog que ahora están funcionando aceptablemente, pero sin duda, pocos me darán las satisfacciones de este, que fue el primero y por ello el más querido.
A veces me acuerdo de él, le doy un empujón, lo muevo un poquito para ver si está vivo, y lo vuelvo a dejar callado. Son cosas de la añoranza. Creo. En aquellos días mi hijo era admitido en la Universidad para intentar hacer la carrera de Económicas y hoy es profesor, y mi hija sufría un pequeño accidente en su trabajo con una carpeta que le hería un ojo. Yo salía de una operación de corazón y simplemente quería gritar. Hoy ya no grito.