La frase es un grito, más que un consejo. Somos unos torturadores y sobre todo torturamos sobre nosotros mismos. Nos retorcemos interiormente para nada, tal vez con la única posibilidad de dar gozo a nuestros enemigos.
No hablas mal de ti mismo, es perder el tiempo y sobre todo la cordura aunque no te estés dando cuenta.
Los sufrimientos internos hay que llevarlos con gallardía, con orgullo, con entereza, con ganas de resolverlos, pero nunca como parte de un sufrimiento insalvable, como una gran cruz que nos pesa sobre el hombro para hacernos sufrir más de lo establecido por la pena.
No seamos torturadores de nosotros mismos, por favor.
Sufrir es inevitable, pues la vida es larga dentro de su poco tiempo de duración. Pero una cosa es tener que sufrir por ciertos avatares, y otra es hacer de ese sufrimiento nuestro modo de ser y vivir.
Levanta la cabeza y deja de torturarte. Respira profundamente y cambia el color de tu mirada.