«Educamos a los niños para vivir en Disney y después se encuentran con The Walking Dead»
Esta frase de arriba, y que parece tonta e irreal, es una auténtica realidad que no nos damos cuenta de ella, es una acción educativa global que incluso la realizamos embestida de amor, creyendo que debe ser nuestra forma de comportamiento positivo.
Está dicha por Pedro Aguado y Francisco Castaño en la presentación de su libro “Aprender a educar”.
No estamos con nuestros hijos todo el tiempo que consideramos necesario, y por ello junto a nuestra forma de ser actual, hace que los protegemos en exceso dentro de una vida maravillosa y de plástico que nos han montado para que la podamos consumir, eso sí, con dineros que ganamos por no estar más tiempo con nuestros hijos.
Pero la vida no es tan maravillosa y mucho menos debemos hacerles creer que es sencillo estar dentro de esta vida rosa y fácil, que es barato y sin esfuerzo poder disfrutar de lo que nos han montado para engañarnos temporalmente.
Cuesta muchas horas de nuestra vida poder consumir una felicidad que dura unas pocas horas de un día.
Explicamos en exceso nuestras decisiones con respecto a nuestros hijos, creyendo que esa pseudo democracia que ya tenemos debe impregnar todo tipo de decisiones, con una información excesiva.
Si algo no se puede entender, explicarlo en exceso puede resultar perjudicial. Un niño no va a sufrir más por no quererle explicar en exceso el motivo de que ahora no toca comprar caramelos.
Los niños deben acostumbrarse al NO e incluso a sufrir en algunas ocasiones. Y es mejor que aprendan a sufrir de la mano de sus propios padres que de la mano de la sociedad.
Protegerlos SI. Protegerlos en exceso NUNCA.
En las familias deben existir normas de convivencia desde siempre. Normas obligadas y no previo pago. Como las tienen los adultos. Normas obligatorias, claras, contundentes, como lo son las que tenemos que cumplir los adultos.
Los límites son muy necesarios en la integración social de los niños. Todo tiene límites en la vida. Los tendrá cuando vuelen solos.
Y si las normas y los límites no están claros, no se admiten, no se entiende, NUNCA se negocian en exceso, se escriben, se dejan muy claros y se exige su cumplimiento.
Para eso es fundamental que los dos padres tengan claro el papel de educar, de poner límites y normas, de lo positivo que es comportarnos con normalidad con nuestros hijos.
Poner normas y límites es comportarse normalmente, no es crear una dictadura familiar. Pero cuanto más rebelde se vuelva un niño o una niña, más unidos deben estar los padres y más claras y contundentes deben ser las normas y los límites.
Los padres somos los responsables subsidiarios de nuestros hijos. También de lo que ellos hagan o dejen de hacer.
De sus violencias, de sus actos, de sus errores. Luego, si somos los responsables, debemos ser los que controlemos sus actos en todo sentido. Si no lo hacemos demostramos ser unos irresponsables.
¿Qué hace nuestro hijo con el internet que nosotros le pagamos? ¿Qué manda y qué recibe? ¿Con quien tiene relaciones? Esto solo, por poner un ejemplo final.