El periódico El País publicada esta semana pasada un gráfico, un mapa de Europa, con los partidos políticos de derechas que empiezan a considerarse más alineados al lado extremo sin que nadie se atreva a calificar a sí a todos ellos. Es el populismo, pero es simplemente también la forma actual de disfrazar las ideas más nacionalistas conservadoras, que son totalmente distintas al nacionalismo de izquierdas. Pero no voy a entrar ahora a discernir las diferencias claras, sobre todo en temas sociales, pues no es la entrada.
Lo cierto es que Europa con el crecimiento del populismo y los cada vez más claros miedos a la integración social con personas que vienen desde otros países, tiene un grave problema. Y la historia nos enseña además que esos miedos ni son infundados ni son leves. Europa camina hacia una situación para la que los europeos no estamos preparados pues no se ha ha hecho partícipes de nuestro futuro, no se ha realizado pedagogía social con los europeos, no se ha dado suficiente información al respecto sobre los actuales problemas de Europa y sus diferentes soluciones.
La xenofobia va en contra del futuro de Europa entre otros muchos motivos por uno básico de supervivencia europea pues nos estamos quedando sin habitantes y con ello con un crecimiento de la debilidad económica. ¿Absurdo? Bueno…, miremos el medio plazo. Podemos cerrar las fronteras o podemos cerrar nuestra forma de vida. Podemos encerrarnos en nuestro mundo, que ni es nuestro ni es todo el mundo. Pero lo cierto es que durante siglos se nos ha demostrado que al campo, a las decisiones de las sociedades, no se le pueden poner puertas. Cerrar el campo supone retrasar la entrada de un aire diferente. Pero no evitarlo.
¿Solución? Sin duda la integración y el reparto cultural con suavidad e inteligencia social. Hay muy buenos profesionales en todo el mundo de la integración social, del humanismo, del trabajo de campo social. Y eso, que nadie se confunda, no es “el buenismo” que algunos “listos” se empeñan en decirnos para crear climas que no conducen a la solución. “El buenismo” es esa otra situación de meter la cabeza debajo de la tierra y esperar a que escampe. O es pensar que con la violencia se resuelven los problemas violentos.
Quien no acepte la integración suave y ordenada, inteligente y empática, debe abandonar el intento por estar integrado. No se trata de crear mudéjares, sino de crear ciudadanos en paz que acepten leyes modernas de convivencia social. No se trata de prohibir, sino de compartir. No se trata de amasar sociedades hasta formar una sola, sino de respetar a todas con unos mínimos de respeto a las leyes “mejores”. Claro que existirán conflictos, faltaría más. Pero es el único camino, aunque sea muy complejo y tenga dentro problemas difíciles. No hay que olvidar que en los mismos países donde hay problemas de convivencia religiosa, cultural o social, hay también excelente ejemplos de integración sin dejar sus respectivas ideas culturales o religiosas. No se trata de subordinar sino de compartir en paz social el territorio y sus posibilidades.
Hay otras posibilidades; por cierto, ya se han empleado en tiempos pretéritos, cercanos o lejanos. Pero también se han intentado en otros tiempos trabajar en la convivencia. Al menos tenemos que asumir que ambas posibilidades pueden darse. ¿Tú cuál quieres para tu país?