Este texto que os dejo abajo, lo publiqué en una entrada de este blog, mediado el año 2012. No he modificado lo escrito pero lo traigo a colación por ser un texto por el que no parecen haber pasado los años. Han pasado 41 meses, suficientes parecería, para haber tomado decisiones que hubieran logrado que el pesimismo que se respiraba se pudiera convertir en otra mirada más positiva. No sé qué opinaremos de estos textos en el año 2019, y eso aún es más triste todavía.
No sólo no vemos la luz, sino que encima nos amenazan con otro posible tormentón. Uff. Os dejo el texto del año 2012
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Esta semana desde varios foros se nos ha indicado por primera vez en público, cuánto se estima que va a durar esta crisis económica. Es un cambio de ciclo, no es una crisis simple sino varias crisis enlazadas de las que no es posible ver todavía sus efectos finales. Pero si parecemos capaces ya de dar tiempos de finalización basándonos en situaciones parecidas en otros países y otras circunstancias históricas.
Estos ciclos de cambio suelen durar entre 8 y 12 años. Basándonos además en la suma de datos que ayudan a la aceleración de los cambios como la globalización, pero a su vez con tensiones que la vuelven más lenta como el no tener alternativa y la gran resistencia que las fuerzas financieras ejercen para que nada cambie, debemos intuir que este ciclo económico de crisis será largo y que nos acercaremos más a los 12 años que a los 8 años de duración.
Llevamos en este 2012 unos dos años de crisis dura y completa, cuatro años si nos basamos en añadirle sus inicios irregulares y no admitidos por los gobiernos en España. Quedan pues entre 8 y 10 años de crisis, sobre todo en España.
Pero lo importante no es tanto su duración, como los efectos que tendrá en estos periodos sobre las personas y sobre las instituciones públicas y privadas, y de qué forma saldremos todos de ella.
Hoy sabemos que de momento no hay alternativa económica ni social.
Sabemos con certeza que vamos a salir más pobres.
Aceptamos que los países emergentes están subiendo, mientras que los países occidentales clásicos están perdiendo poder de todo tipo.
Reconocemos que el gran problema en España es el desempleo, con tendencia a que lo sea en más países europeos.
No queremos asumir que la crisis económica se radicaliza en España por la crisis inmobiliaria y que la solución (mala) es tener que bajar el precio de la vivienda a unos valores que complican mucho la realidad contable de los bancos.
Admitimos que de la actual crisis no son capaces de salir Portugal, Grecia, España, Italia o Irlanda sin quitas importantes en sus deudas, algo hoy impensable.
Consentimos (pues somos los responsables nosotros) que no tengamos líderes políticos que demuestren capacidad para gestionar y plantear nuevas alternativas.
Nos preocupa mucho más la inflación que la pobreza, más el déficit que el desempleo, más la deuda que la reactivación.
En estos al menos ocho próximos años surgirá la solución, el cambio, la diferencia con lo actual. Si no es así, su duración será mucho más larga. Esto solo se arregla con modificaciones suficientes en los comportamientos especulativos y decisiones atrevidas en la economía pública.